B19 fue una de las pocas bandas punk que emergió desde el interior de Tucumán en aquellos años 2000, cuando el rock barrial y urbano vivía una expansión que, en su caso, perduró.

 Actualmente integrada por Gerónimo Caínzo en voz, Álvaro Medina en guitarra, Juan Barrionuevo en bajo e Ignacio Gutiérrez en batería; la banda vuelve a acoplarse con fuerza para encarar un año de constancia en los escenarios luego de subir sus producciones Spotify.


Con más de 25 años en la escena del rock tucumano, B19 mantuvo su vigencia y algunos conocedores de la historia del punk tucumano la nombran como una de las bandas de culto de la provincia.

En esta entrevista dialogamos con Gerónimo, la voz de del grupo.


¿Cómo una banda de punk rock tucumano mantiene su vigencia a través de tantos años?

En esos años, entre el 2000 y el estallido de 2001, surgieron muchas bandas en distintos puntos del país, sin importar si eran de capital o del interior. En el punk había una posibilidad de representación política que los partidos o las organizaciones no ofrecían: una forma de contar nuestra identidad y reconocernos colectivamente.
Por supuesto, también estábamos atravesados por la crisis de esos años. Nos organizábamos con otras bandas que estaban en la misma: compartíamos instrumentos, armábamos recitales autogestionados. La consigna “trabajo colectivo y autogestión” se convirtió en una bandera del punk tucumano como forma de producción artística.
Con el tiempo, tejimos una comunidad con otras bandas de la zona este y también con grupos de la capital como Volstead.

Y seguimos tocando porque nos une la amistad, las ganas de hacer música y compartirla. Nos conmueve, nos divierte y nos permite transmitir esa marca de origen desde la cual miramos el mundo.


¿Cómo fueron esos primeros pasos antes de instalarse en el circuito underground de la capital tucumana?

Empezamos en la adolescencia, jugando con una guitarra junto a Álvaro Medina —nuestro guitarrista— y Julio Alcaraz, el primer bajista. A eso se sumaban noches sin dormir, charlas, y un poco de filosofía efusiva para principiantes en los bares.


Sin proponérnoslo, empezamos tocando temas de otros artistas, hasta que los que nos rodeaban comenzaron a insistir con que teníamos buenas canciones, que Álvaro escribía letras potentes y que mi voz tenía una personalidad atractiva y diferente. Así se gestó el proyecto. Luego se sumó José “Pepe” Amaya en batería, y con él subimos por primera vez a un escenario.

Después vinieron más recitales. Nos definimos como una banda punk, aunque algunos periodistas preferían colocarnos en el universo del rock alternativo. Probablemente seamos una mezcla de ambas cosas.
Crecimos en paralelo con bandas como MayDay, Volstead, Pelops y Sánchez No Te Enganches. Compartimos escenarios con referentes como Dos Minutos, Boom Boom Kid y Él Mató a un Policía Motorizado.
Hoy, a veces nos mencionan como una banda de culto dentro del ambiente, y cuando lo escuchamos, sentimos una especie de recompensa.


¿Qué pasó desde aquellos comienzos hasta hoy?

Pasaron dos discos que nos llenan de orgullo: Pobres de Espíritu y Fotos de Barrio. Ambos están atravesados por influencias del punk y del grunge de Nirvana, pero también por el espíritu de la música alternativa de mediados de los 2000.


Hoy nos pasa que en los recitales se acercan adolescentes a los que no conocemos, que escuchan temas que grabamos hace más de 20 años. Eso nos habla de una posible vigencia de las canciones. O al menos, queremos creer que sí.

En este presente nos posicionamos dentro de la canción alternativa, con una estética ya consolidada, tanto en lo musical como en las letras. Alguna vez, nuestro amigo Vladimiro Diéguez —cantante de Alem— nos definió así: “letras que comulgan con la ternura y la melancolía, empujadas por una distorsión grunge que las lleva a una oscuridad naif”. Nos gusta esa definición, y a falta de otras certezas, la seguimos repitiendo.


Hoy son una banda sólida y con nuevos integrantes. ¿Qué planes tienen para el futuro?

Con el tiempo, la formación cambió. Se sumaron Ignacio Gutiérrez en batería y Juan “Lagarto” Barrionuevo en bajo, en reemplazo de nuestros amigos Julio y “Pepe”.


Ignacio y Juan son un soporte musical impresionante. Tienen una técnica y una sensibilidad que nos entusiasman y nos hacen sentir muy orgullosos de compartir este nuevo proceso creativo.

Desde esta etapa surgieron canciones nuevas que ya no hablan solo del barrio, sino de los vínculos humanos, la angustia por el futuro, las alegrías mínimas del presente que se escapa, y el agradecimiento por el milagro —nunca suficientemente valorado— de estar vivos.


Hoy, como en los 2000, seguimos surfeando la marea del país en crisis eterna.


Hace poco subieron sus discos a las plataformas digitales. ¿Cómo fue la recepción?

Era algo que deseábamos hace tiempo. Al segundo disco ni siquiera lo habíamos editado en formato físico: circuló de forma casi clandestina. Y estuvo bien que así fuera en ese momento.
Pero queríamos que las canciones pudieran llegar a más gente. Pasaron 20 años, todo cambió: la forma de grabar, de producir, de compartir. Subimos esos temas grabados en los primeros formatos digitales y hoy es mucho más accesible todo gracias a las plataformas.


¿Cómo están viviendo los conciertos actualmente? ¿Qué cambió y qué debería mejorar?

Hoy los conciertos tienen otro valor: son espacios de encuentro en un mundo dominado por los vínculos digitales. Son una excusa para compartir un lugar con desconocidos que, a veces, terminan convirtiéndose en comunidad.
Ojalá los recitales sean eso que intuimos: un acto de amor y de justicia. Por ahora, se sienten intensos, con un fuego especial en el público.
Además, ese público es más diverso: está todo más mezclado. Eso permite que otras personas, ajenas a la banda, nos escuchen y nos descubran. Eso nos encanta.


¿Qué tipo de show presentarán este fin de semana?

Este fin de semana será un punto de partida para nuestro recorrido del año. Un reencuentro con viejos amigos y también una oportunidad de conocer gente nueva, encontrarnos en la música y en las letras que nos identifican.

Compartiremos escenario con Mi Último Intento, una banda hermana con la que compartimos influencias: rock alternativo, punk y post punk, guitarras al frente y letras con protagonismo.
Proponemos una noche con buenas canciones, melodías sólidas y el comienzo de una serie de encuentros con el público que planeamos sostener durante todo el año.